«El duende no entiende de razas ni de regiones; se tiene o no se tiene»
Ana Rita Ovejero Gutiérrez, de nombre artístico Rita Clara, (Venta de Baños, 1967) nació el 17 de mayo, el día en que casualmente se festeja San Pascual Bailón, y se hizo bailaora flamenca. «Soy una ‘curranta’ y una apasionada de mi profesión», confiesa en esta entrevista esta intelectual del flamenco -como así le han denominado- paya y castellana.
Rita Clara conoció a su marido – Jesús Rodríguez, guitarrista de su compañía – con seis años de edad en una fiesta infantil y de esa relación nació su hijo Marcos, que baila con ella en la coreografía ‘La dama blanca’, el más redondo de todos sus espectáculos, según reconoce esta artista que lleva 27 años subiéndose a los escenarios.
Pregunta. ¿Hoy, es aún más ‘clara’ diciendo las cosas que cuando eligió este adjetivo como apellido artístico?
Respuesta. Sí. Es cierto que el tiempo y las circunstancias hacen que la personalidad que tenemos vaya modificándose. En lo que respecta a este aspecto, más que clara soy transparente, aunque a la hora de decir las cosas ahora lo hago con más diplomacia, quizás menos ‘abulto’, como decimos en mi tierra. Lo de ‘Clara’ también hace referencia a la claridad de sonido con los pies.
P. ¿Hay alguien que le siga llamando Ana, su primer nombre de pila?
R. Familiares y los amigos de siempre.
P. ¿Le quita duende a su baile que no corra por sus venas sangre gitana?
R. ¡Ah!, ¿pero hay sangres de diferentes colores? El duende no entiende de razas, de regiones… se tiene o no se tiene.
P. ¿Qué cree que ha aportado su carácter castellano al flamenco?
R. Pues eso mismo, otro carácter. Tenemos otra forma de ser, de ver la vida, por eso transmitimos de forma distinta, ni mejor ni peor, simplemente diferente.
P. Al hablar tiene cierto deje andaluz…
R. Al hablar no (risas). Cantando no te digo que no; a veces es mejor comerte vocales que decir palabras completas.
P. ¿Qué aprendió de sus maestros como usted les llama: Vicente Escudero y Carmen Amaya?
R. Han sido mi referente. Fueron precursores de abrir nuevos rumbos en tiempos muy duros, trabajaron en situaciones muy complejas.
Carmen Amaya introduce en su baile los pies, una verdadera revolución en esa época. Que zapateara una mujer era impensable y ella lo hizo de forma vertiginosa y electrizante. Consiguió de forma natural engrandecer este arte y hacerlo menos machista.
Cuando descubrí a Vicente Escudero, me impresionó su verticalidad, los sonidos que salían de sus pies. No es de extrañar que se convirtiera en una de las figuras más importantes del baile contemporáneo.
Ambos, aunque introdujeron nuevas formas, siempre fueron fieles a los orígenes y no se dejaron contaminar por el rumbo que estaba tomando en ese momento la danza escénica española. Ese espíritu de no dejarse llevar por las modas y buscar autenticidad en lo que hago es lo que define mi baile.
P. De usted han dicho que es una intelectual del flamenco y que su baile es intemporal. ¿Se identifica con estos halagos?
R. Me ruboriza un poco. Lo de intelectual del flamenco imagino que se refieren a que en mis espectáculos, además de baile, encuentras temáticas. Me gusta contar historias a través de la danza. En cuanto a lo de intemporal, es cierto que nunca me he dejado llevar por modas o tendencias, esto hace que mis coreografías no pasen de moda.
P. ¿Cómo se definiría profesionalmente?
R. Una ‘curranta’ y una apasionada de mi profesión.
P. De todas sus coreografías, ¿cuál le parece la más redonda?
P. ‘La dama blanca’. En ella hay un compendio de mis vivencias, experiencia, conocimientos y nuevas formas flamencas. He incorporado un nuevo comás que es de locura, y lo hacemos después de bailar a cámara lenta.
P. También imparte clases de flamenco y de sevillanas. ¿El baile no le da para vivir holgadamente?
R. Actualmente el panorama para la danza es poco halagüeño. Los que tienen el control, políticos y programadores, no apuestan por este arte. No se ve como prioridad apoyar esta disciplina que exige muchos años de sacrificio y preparación. El último informe que hay sobre compañías de danza habla de una media de 8 actuaciones al año, tú me dirás, con estos datos tan adversos y demoledores ¿quién puede dedicarse exclusivamente a las actuaciones? Afortunadamente la docencia me gusta y disfruto mucho enseñando y compartiendo conocimientos.
P. Ha actuado en los principales teatros de Francia, Bélgica, Italia, Japón… ¿Es profeta en su tierra?
R. Cuando me contratan, sí. Y la respuesta del público siempre es muy favorable. Pero claro, esto pasa cuando te contratan, valga la redundancia. Tenemos un verdadero problema con los gestores culturales, ni el catetismo nacionalista de que lo de nuestro pueblo es lo mejor, ni esa idea próxima al complejo de inferioridad de que todo lo que viene de fuera es mejor. ¡Qué lástima, con los ‘artistazos’ que hay en nuestra tierra…!
P. Nació en Venta de Baños, localidad donde aún viven algunos de sus familiares. ¿Siente profundamente las raíces palentinas a pesar de haber vivido su infancia y adolescencia en Valladolid?
R. Me considero ciudadana del mundo, pero reconozco que cuando viajas fuera y estás tiempo, la tierra tira. Por poner un ejemplo, cuando algún año por trabajo no puedo estar en mi pueblo, aunque sea en fiestas, me fastidia mucho. Me pasa como con la familia, de mí pueden decir lo que quieran, pero que nadie hable mal de mi familia que se las ve conmigo…
Por otro lado, tengo más amigos en Valladolid y en Íscar, que es donde resido ahora.
P. ¿Es cierto que conoció a su marido-Jesús Rodríguez, guitarrista de su compañía-con seis años en una fiesta infantil?
R. Sí, fue en el Patio Herreriano de Valladolid, en un festival infantil, y en un escenario. Yo iba con mi disco de Manolo Escobar a bailar y allí estaba quien sería mi compañero sentimental y de fatigas, y yo con 6 añitos…Es que siempre he sido una mujer muy madura… (risas)
P. Su hijo Marcos baila con usted en el espectáculo ‘La dama blanca’. ¿Cómo le ve?
R. Muy maduro, con mucha personalidad y estilo. Con 5 añitos se subió a un escenario por primera vez. Desde entonces progresa en el baile de forma imparable y ha hecho del escenario su hábitat natural. No me cabe ninguna duda de que va a aportar mucho a este arte.
P. ¿Trabajar con la familia le da más seguridad?
R. Sin duda, no dejo nada en casa de qué preocuparme porque donde voy, me lo llevo. Si hay problemas, es más fácil solucionarlos y si hay alegrías, ¿qué mejor que disfrutarlas juntos?
P. ¿No encuentra nada negativo en tener a su marido y a su hijo en su compañía artística?
R. Que es más difícil desconectar. Hasta comiendo no puedes dejar de pensar y hablar de ese paso nuevo, proyecto, teatro… en cualquier sitio, aunque esto sale en beneficio de los espectáculos. Se producen situaciones como ésta (de cama a cama): «¡Mami!, ¿cómo era el paso?». Tenemos que bajar al estudio a recordarlo y practicarlo; si no lo hacemos, es imposible dormir.
P. ¿Ha transmitido a su hijo el amor por Palencia?
R. Creo que algo sí, porque suele decir «¿vamos al pueblo», y ése es el mío: Venta de Baños. No obstante, hago más hincapié en el aprecio y cariño por las personas, también las de allí…
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